Quizás hasta que nos lleve el mar
seguiremos con la queja y las ilusiones,
la patada, la rumiante sombra,
los avisos, las crónicas, la tarde.
Quizás hasta que el mar ya no se apiade
jugaremos a olvidar nuestro silencio
con los periódicos, el largavistas,
los charcos, la suerte, rostros fugaces.
Mientras el mar aún se resguarde,
y nos mire acercarnos al destino de su sable,
quizás aprendamos a pisar de nuevo
la música descalza de plantas y piedras
el corazón de la tierra
mientras late.
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