martes, 20 de diciembre de 2022

Santuario

 Y un día supo que sí, que hay que leer las señales y buscar coincidencias. Observando con atención y cuidando algunos detalles, puede alterarse el destino de millones de personas. 


Supo que el canto, la poesía y el baile transforman la vida de manera irremediable. Sobre todo cuando la gente grande se permite hacerlo en la calle.


Confirmó desde una edad temprana que el mundo está lleno de dioses. Dioses mundanos, como nosotros, con los que el agradecimiento y las palabras no necesitan pasar por el temor. 


Ese día inolvidable de su niñez, aprendió que de vez en cuando lo que cuesta ayuda a valorar la cima. Y notó que la cantidad es importante, pero la cualidad hace la diferencia.


Supo que a veces puede identificarse mucha gente en un mismo color -bueno, en dos-; incluso aunque lleven distintas banderas y vivan lejos.

 

A partir de ese día... un sentido de unión se albergó en su corazón de utopía. Supo que cuando el horizonte se alarga, es capaz de lograr que las personas caminen hacia un mismo lugar y se bien traten en las calles.


Desde ese día, el de después, el de mañana: 

No sé.


Lo que él supo, lo sabe.


Quizás su memoria quiera seguir latiendo con el corazón de utopía. La memoria es mayor a los santuarios que la alimentan. Y puede hacer una proyección extendida; múltiples versiones de jugar la vida.


Pibes encendiendo velas en el santuario a Diego Maradona en La Paternal. 18/12/22

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