domingo, 20 de marzo de 2016

Tu calle.

Habitá tu calle. Aunque sea en marzo, con la última energía de verano.
Queré la calle. Saludá a sus habitantes, por lo menos con un gesto amable de tu rostro.
No pises su cemento con la indiferencia del apuro, ni niegues su cielo de humo como si no respiraras tu trozo de masa cruzando ante el semáforo.
Prestá atención, más allá de la agonía del temor al robo. Prestá tu entrega a la danza de los días y la rutina, sin rendirte tan fácil a las ojeras o los ceños estrujados.
Sonreí, aunque sepas que siempre te estarán filmando. Alguien más se está dando cuenta.
Sentí tu calle, lamele las baldosas, derretite hasta mojar la alcantarilla, sacudite la magia que te deja en los zapatos.
Alguna noche, buscate una estrella más arriba del balcón francés; alguna noche, inventate un camino nuevo y echale un intento de licor al café.
Ese barrio al que no fuiste, y esa vereda que conocés como a tu palma -casi nada-, te seguirán esperando, sin saberlo y sin reclamos.
Habitá tu calle. Cantale la presencia, que se multiplica hace 40 años.
Atendé a tu calle ahora. Andar sin pensamiento, es el perfume que llega después.


Texto para Revista Campo Grupal de Abril 2016.

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