sábado, 29 de diciembre de 2007

Último orejón

Mi guitarra se partió
en un ruido desgarrador.

Desde lo más bajo de su mango
la madera hizo una flexión
en un punto antes tieso,
sostenido con cinta,
hilos y amor.

El último orejón
se dejó caer
y las cuerdas se descarrilaron
fuera de su rumbo antes natural,
dejándome fuera,
sin poder cambiar
esa triste suerte.

La oí dar
el grito en su madera
sin poder defenderla,
sin poder socorrerla,
como se perciben las pocas cosas que no tienen remedio.

Y así, mi guitarra murió,
llevándose las notas que no llegó a expresar en vida,
y su alma, que yo conocí
caminando mis propias manos.

Me cuesta observar el cadaver
de aquello que alguna vez sonó desde el alma,
desde la vida propia de una guitarra.

1 comentario:

Eliana dijo...

Sigue sonando cada vez que escuches una guitarra sonar.
Sigue porque eso es lo que hacen las cosas que amamos, no las dejamos de amar.
Sigue sonando cada vez que vos tocas un acorde, porque con ella los aprendiste, sentir la música en todos tus acordes. Suena en tu memoria, en tus ojos, en tus dedos, suena porque no sabe dejar de sonar.