A mi corazón de queja
a mi extraña rutina
a mi sensatez de ciencia
le regalo tu voz alegre
voy a tu pecho enorme
para guarecer mi frente
y soñar con la vuelta.
A mis kilómetros alargados
a mis sudores diarios
a las conquistas viejas
les brindo tu abrazo
a tu risa dulce viajo
con calandrias y años
para bailar la siembra.
Viniste, mi noble
corazón sin crueldad.
Llegaste, el que no esconde
sus caricias de inmensidad.
Despacio, tus pies en mi alma,
aflojan baldosas fijas
empeñadas en la queja
de un aire en las rendijas.
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