Llegó al comedor de Villa Constructora en el paquete del chino: aislado y hacinado. El comedor de ollas grandes lo estaba esperando. El fideo es lo seco en lo mojado. Lo que se moja, no para. Las ganas del barrio nunca paran.
Pero al fideo lo detuvieron, y no fue en general Paz, donde cruzó frontera sin problema. Fue por una sospecha, un exámen a medias, una duda y sobre todo, el temor.
La olla no supo que lo que la dejó vacía empezó en el hospital. El fideo supo después que los hisopados son de tránsito muy lento, y que había que esperar los resultados del exámen a la cocinera para saber cuándo podría salir a bailar salsa, cuándo sacar sus curvas a la mesa, sin contagios.
Mucho después de todos los hisopados, aún quizá no se descubra por qué hay barrios en los que todo está unido. Hay sitios que por razones obvias pero misteriosas, lo que les pasa a los fideos depende de los llamados, de las cucharas, de los médicos, de unas manos, de biromes, de corazones, del sol. Por eso no importa que hoy no podamos hacer feria. Sea como sea, lo seco llega a mojarse, y lo que detienen, es una parte secretamente en movimiento.
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