anunciando brumas y acariciando lo espeso,
sólo una fuerza me queda:
el regreso inevitable de lo quieto.
De este día sin tiempo, de brevedad que aprieta
y alargadas novedades que repiten mis ecos,
sólo una certeza queda:
el azote indistinto del viento.
Y si me fuera, como zamba en la tormenta,
hacia el suelo más hondo,
hacia un cielo abierto,
podria despedirme de agujas
que tanto hieren y apuran,
que dicen llegar y mienten su cura
pero solo infectan, sin calor
la enfermedad del reloj
derramando desatenta
su partitura absurda.
14 de junio de 2019
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