miércoles, 2 de diciembre de 2015

Mi mejor cantar

Quisiera que quede claro: mi mejor cantar no está en los escenarios. Ni por nervios ni por calor; esa altura tiene riesgosa distancia del suelo sembrado. Mi mejor cantar no empieza cuando lo alumbra la luz, ni cuando hay paga, ni después de un ensayo.
Los ecos de mi amor cantado están -más que nada y más que nunca- en las calles que nos duelen, en el oído de los barrios, en el pasillo de salud en que trabajo. Mi canto está todos los días llamando la risa y el llanto. Es mi canto más desconocido el que más ha transformado.
Quisiera que lo tengan presente hermanas y hermanos, para que la confusión no nuble el compromiso, ni la voz, ni el olfato.
Quisiera que cuando amenace el olvido, el rollo o el despilfarro, lleguen los duendes a esconder cables, sopapear el mentón y estirar a lo ancho nuevamente la visión.
No busco ofensa, ni tibieza, ni escalón, solo aclarar para seguir cantando.

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