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Ya está acá, el otoño
con sus tonos,
con sus pelis adentro,
pochoclos.
Otoño con ñoquis
y porotos.
Si fuera humano,
el otoño sería un señor extraño,
con moño
parsimonioso, mañoso,
de esos que odian los corsos
pero en su baño aprietan el pomo.
Un señor
pomposo,
de contorno más bien groso,
engañoso, tacaño,
con anteojos.
¿Cómo será un otoño
en Kosovo, Ottawa,
Hong Kong, o Tokio?
De todos los otoños,
sólo vivo el otoño porteño,
de pororó, churros
y chorros,
tangos,
pastizales quemados,
bichos, pozos,
y las arañas de la calle Oroño.
¡Que viva el otoño, COÑOOOOO!
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