lunes, 24 de mayo de 2010

San Telmo

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San Telmo, donde los adoquines despiertan el licor de los recuerdos, barrio de sorpresas y nostalgia. Su historia renace en cada esquina del presente.
San Telmo, una lluvia de sensaciones y anticuarios no deja partir a los recuerdos, o será que es el lugar donde los olvidos siempre retornan al mundo vivo. Antiguo y moderno, es ese amor teñido de melancolía lo que me lleva a necesitar volver a pisar sus calles cada tanto. Camino sin dejarme engañar; siento la pobreza, el hacinamiento y los desalojos, que aumentan al mismo ritmo que los turistas.
En El Árbol aprendí a prolongar mi nostalgia al infinito, sentir que me explota el pecho de la mano de algún muchacho que pudiera sumergirse en las canciones de Silvio o de Filio en la voz profunda de algún cantor.
Los domingos de San Telmo me llevaron hasta el recitado y me vieron juntar algunas monedas, símbolo de vivir de la poesía, y de la actualidad de mis cuadernos de viaje. Yo también fui uno de los personajes de la calle Defensa. Así conocí al mimo en zancos que todos creían mudo, al fotógrafo de barba larga, a los músicos que hacen samba, al Chaplín que viaja por el mundo, y a mi propio tío, que es personaje desde que nació y vende sus pinturas en Humberto Primo. Me hice amiga de Carlitos, el de las mariposas, quien recitaba en lunfardo que podría llegar hasta las piñas con aquellos que traicionaran a la patria. Yo prefería las flores, y recibía los abrazos de Carlitos o bailaba con él unos tangos en el empedrado. Cuando se enamoró y se puso de novio, se autojubiló. Él también dejó de ser uno de los personajes de la calle Defensa.


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1 comentario:

Lorena dijo...

Ayyy, mi entrañable San Telmo... Hermoso texto, Colorita.