Es la pureza del imposible
la que admira en la distancia,
adora sin derechos
ni posesión,
al sol del que desde aquí se goza...
Y a pesar de estar tan lejos,
y fuera de cualquier alcance imaginable,
aún se siente tibio, luminoso, calmo,
sentarse a exponer las mejillas, cerrar los ojos,
o respirar el aire que desprende todo lo que toca.
Es un sentimiento amarillo,
que se funde en las miradas,
por algo que nunca se posee,
y por ende, nunca se pierde.
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